la-leona-y-la-osa-cuento-infantil


En el bosque vivía una leona muy feroz. Era el terror de todos los animales.

Cuando estaba hambrienta – y esto sucedía a diario – prefería matar los cachorros de los otros animales. Le parecía que su carne era mas tierna y más sabrosa. La fama de su ferocidad se había extendido por todas partes, y los animales que tenían cachorros en el bosque temblaban sólo de pensar que la leona pudiera presentarse en aquellos lugares.

Un día, la leona tuvo un leoncito. Era un hermoso cachorro, avispado y robusto; su madre se sentía orgullosa de él y – hacía numerosos proyectos para su hijo. Crecería, llegaría a ser un león temido y respetado por todos, porque ella le habría enseñado cómo se capturan los cachorros de los demás animales para procurarse buena comida.

Una triste mañana de verano llegaron al bosque los cazadores. Todos los animales se escondieron o huyeron muy lejos, y también la leona buscó refugio en lo más espeso del bosque. En la prisa por huir, perdió de vista a su cachorro, y ya podéis imaginar su desesperación cuando pasado el peligro, salió de su escondrijo y no encontró al leoncito.

- ¿Habéis visto a mi hijo? – preguntó sin descanso a los animales que encontraba.
- Yo no – le respondían todos – No lo he visto.

Pronto se supo que su hijo había sido capturado por los hombres. Además, era posible que lo hubiesen matado. Entonces la leona se puso a recorrer el bosque de un lado para otro lamentandose con grandes gritos.

- ¡Ay de mi! ¡Qué desgraciada soy! – les decía a todos para que la compadecieran-.- ¡Mi pobre leoncito! - ¡Desdichada de mi!

No encontró a ningún animal dispuesto a consolarla. Es mas, por el camino se tropezó con una osa que le dijo.

- ¿Por qué lo lamentas? ¿Crees acaso que los cachorros que devoras no tienen padre ni madre?
- No, también ellos tienen padres – respondió, tras una breve reflexión, la leona.
- Entonces… - concluyó la osa-.- Crees que sus padres no han sufrido cuando tú mataste a sus hijos? Y, sin embargo, no van por ahí lamentándose. Aprende tú ahora a sufrir también en silencio.

Fin
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